Mitología de las Constelaciones
Mitos de Verano
Tres historias alrededor de un triángulo
Por Lourdes Cardenal
La mejor época del año para observar el cielo en el hemisferio norte es, sin duda, el verano.
Con sus cálidas noches despejadas, se presta a observar el firmamento, y a disfrutar del impresionante espectáculo que nos ofrece la Vía Láctea en todo su esplendor.
Por encima del brillo nacarado de los millones de estrellas que forman nuestra propia galaxia, hay tres en concreto, que pertenecen a tres constelaciones diferentes, que forman en el cielo la figura de un triángulo. Este asterismo, se conoce como “Triángulo de Verano” y es conocido desde la antigüedad.
Lo forman las estrellas Vega, en la constelación de la Lira, Altair, en la cabeza del Águila, y Deneb, en la cola del Cisne.
Las estrellas de estas constelaciones deslumbran entre el camino astral de la Vía Láctea. Vega es la estrella más brillante de las tres. Y, de hecho, es la más brillante del cielo del Norte, después de Sirio, en la constelación del Can Mayor.
LA LIRA DE ORFEO
En la mitología griega, la lira era el instrumento preferido de Orfeo, hijo del dios Apolo y de la musa Calíope.
Según se cuenta, fue el mismo dios Apolo, su padre, quien le regaló el instrumento y le enseñó a tocarlo, y su madre, quién le educó la prodigiosa voz. La música que salía de la lira de Orfeo era tan agradable y armoniosa que los hombres al escucharla, encontraban la paz, y las fieras mostraban toda su mansedumbre.
Gracias a él, que viajó en la nave Argo a por el Vellocino de Oro con los Argonautas, la empresa de Jasón tuvo éxito, pues, sin él, los argonautas estaban irremediablemente perdidos entre los arrecifes a los que los arrastraban las malvadas Sirenas con su canto.
Del mito de Orfeo y de su trágica bajada a los infiernos, lo sabemos todo. Su historia es probablemente, una de las más dramáticas de entre los mitos griegos.
Orfeo, personaje fascinante considerado uno de los músicos más virtuosos de todos los tiempos, estaba profundamente enamorado de Eurídice, una ninfa de Tracia, con un amor que desafiaba a cualquier obstáculo.
Pero la fortuna no los acompañó. El día de la boda, Eurídice en un descuido, pisó una víbora, que la mordió, muriendo al instante, y según el culto griego, descendiendo al Hades para siempre.
Orfeo, estaba desconsolado. Se había quedado tan destrozado por su pérdida, que decidió ir a buscar a su amada hasta el inframundo para traerla de vuelta, costase lo que costase. Gracias al encanto de su lira, convenció al barquero Caronte para llegar hasta la Laguna Estigia y apaciguó al monstruo Cancerbero, perro mitológico de tres cabezas, guardián del Infierno.
Ninfas escuchando las canciones de Orfeo, de Charles François Jalabert (1853). Fuente: © Wikimedia Commons
Los dioses del inframundo, Hades y Perséfone, accedieron a su petición de recuperar a Eurídice, siempre y cuando cumpliese una condición. Le pidieron que, durante el camino de regreso, no se volviera nunca para mirarla, que caminara delante de ella siempre y de esa forma, la habría liberado.
Tras un largo viaje por los tenebrosos rincones del mundo subterráneo, cuando creía estar ya a salvo en la superficie, Orfeo no pudo esperar más y se volvió a comprobar si Eurídice lo seguía.
Esta fue su gran tragedia. Para su desgracia, la fatalidad hizo que ella aún tuviera un pie en la sombra y, al no haber sido capaz de cumplir la única condición impuesta, desapareció para siempre delante de sus ojos.
Orfeo no pudo ya volver nunca más a por ella, pues ningún mortal podría descender al Hades y volver por segunda vez. Vagó triste por el mundo, esperando la muerte. Sus canciones eran tan desgarradas que todos los dioses y mortales se sentían mal. El dios Dioniso, deidad asociada con el vino, las fiestas y la alegría de vivir, no pudiendo soportar por más tiempo aquella situación, envió a sus seguidoras, las ménades, para que terminaran con él.
Orfeo y Eurídice, de Carl Goos (1830). Fuente: © Wikimedia Commons
Estas mujeres, fieles seguidores de Dioniso, le atacaron con palos y piedras mientras tocaba, pero su música era tan hermosa que incluso las rocas y las ramas se negaron a golpearlo. Enfurecidas, lo despedazaron durante el frenesí de sus orgías báquicas, arrojando su cabeza al río Hebrus.
Su cabeza cercenada, todavía cantando canciones tristes, flotó junto con su lira por el río hasta que las ninfas la encontraron y se la llevaron de allí.
La lira de Orfeo fue llevada al cielo por las Musas, y colocada como una hermosa Constelación de brillantes estrellas.
Las Musas también reunieron los fragmentos de su cuerpo y los enterraron bajo el Monte Olimpo, donde los ruiseñores cantaban bellísimas melodías sobre su tumba.
El alma de Orfeo regresó al inframundo, a los campos Elíseos, donde descansan los Bienaventurados, y donde por fin pudo reunirse con su amada Eurídice.
Ninfas encuentran la cabeza de Orfeo, de John William Waterhouse (1900). Fuente: © Wikimedia Commons
EL ÁGUILA
El héroe Hércules realizaba por aquel entonces, los Doce Trabajos que le hicieron inmortal.
Sin embargo, el que parecía su último trabajo, le llevó mucho tiempo de viaje. Durante ese trayecto, atravesó el Cáucaso y encontró a Prometeo encadenado. Esta historia si merece la pena ser contada.
Prometeo era hijo del titán Japeto y de la ninfa Climena. Sentía afecto por los mortales, a quienes había enseñado y defendido cuando Zeus pensaba destruirlos para crear una raza mejor. Pero Prometeo estaba decidido. De alguna forma, este ser mitológico inmortal se había rebelado contra sus iguales por defender lo que creía justo. Había robado el fuego a los dioses para regalárselo a los hombres.
Como castigo a tamaña insolencia, Zeus lo encadenó al Cáucaso y envió un águila para que cada día le devorara las entrañas. Prometeo sufría, pero al ser inmortal, se regeneraba y al día siguiente el tormento continuaba exactamente igual. Era un castigo eterno y cíclico del que no podía liberarse.
Hasta que llegó Hércules, que, con sus flechas, mató al águila y liberó a Prometeo. El animal enviado por Zeus, fue ascendido al firmamento como la constelación del Águila.
Y la flecha se convirtió en la Constelación de SAGITTA.
Urania’s Mirror – Lacerta, Cygnus, Lyra, Vulpecula and Anser, de Sidney Hall (1824). Fuente: © Wikimedia Commons
EL CISNE
Tindáreo, era rey de Laconia en Esparta, pero el destino quiso que su hermano Hipocoonte, lo expulsara tras una lucha violenta por el trono. Derrotado y abatido, había llegado al reino de Testio, padre de Leda, solicitando refugio.
Leda, la princesa, era una mujer fascinante, por lo que Tindáreo se enamoró de ella y la desposó.
Tindáreo recuperó su reino y ocupó su trono junto a su mujer, con la ayuda de su amigo Hércules, que, enojado por la injusticia derrocó al tirano Hipocoonte. Leda vivía felizmente con su esposo en Esparta, pero Zeus, el dios supremo del Olimpo, la vio un día caminando junto al rio Eurotas, e inmediatamente quedó hechizado por su belleza.
Zeus, conocedor de la fidelidad de Leda hacia su marido, recurrió al engaño para acercarse a ella. El dios se transformó en un majestuoso cisne blanco fingiendo que era perseguido por un águila. El soberbio animal, no escapó, sino que desplegó sus alas, haciendo ver que se preparaba para recibir el ataque, sabiendo que se enfrentaba a un enemigo ante el que no tenía nada que hacer. Leda, sorprendida por el insólito valor que demostraba el ave, intervino cubriendo al cisne con su túnica, intentando evitar que el animal sufriera ningún daño. Con su mejor intención, lo protegió, pero en ese encuentro inusual, se dejó seducir por el cisne, que era el dios supremo disfrazado. Según la leyenda, esa misma noche Leda también se unió a su esposo. Como resultado, Leda quedó embarazada de Zeus y de su Tindáreo simultáneamente.
Cuando llegó el momento del parto, la reina dio a luz dos huevos. En uno de ellos estaban Cástor y Clitemnestra, los hijos de Tindáreo. En el otro huevo estaban Helena y Pólux, los inmortales hijos de Zeus.
Todos los hijos de Leda crecieron como hermanos y se querían profundamente entre sí, sobre todo los varones, Cástor y Pólux, que se hacían llamar gemelos, a pesar de ser hijos de diferente padre. Y todos ellos protagonizaron un papel relevante en la historia.
Castor y Pólux, los Dioscuros, fueron héroes famosos que acometieron la empresa de recuperar, junto a Jasón u otros héroes, el Vellocino de Oro, y fueron representados por la constelación de Géminis, los gemelos. Clitemnestra fue reina de Micenas, cuando sus hermanos Cástor y Pólux obligaron a Agamenón a desposarla, ya que previamente, la había dejado viuda al matar a su primer marido y a su hijo.
Helena, la más hermosa mujer de la Tierra, heredó el reino de Esparta, que gobernó con su esposo Menelao. Su belleza fue la causa de la guerra de Troya descrita por Homero en la Iliada.
CONSTELACIÓN DE LA LIRA
Lira es una constelación de verano.
Durante los meses estivales, se puede ver en el centro del cielo, junto con la constelación del Cisne y la del Águila, de pequeño tamaño, pero muy fácilmente reconocible por su forma romboidal.
Su estrella α, es Vega, la más brillante del hemisferio norte, constituida por un sistema múltiple. β Lyrae es el prototipo de una clase de estrellas binarias conocidas como variables β Lyrae. Estas estrellas binarias están tan cerca una de otra, que adquieren forma de huevo y el material fluye de una a otra. Σ Lyrae, sistema conocido informalmente como la “Doble Doble”, es un complejo sistema estelar múltiple.
En su proximidad, una preciosa Nebulosa Planetaria, el objeto Messier 57, se asoma tenue. Es la nebulosa del anillo de Lira, una de las 4 Nebulosas Planetarias catalogadas por Charles Messier en 1779. Su imagen circular, es el producto del estallido de una estrella, antes de convertirse en la enana blanca que aún permanece, moribunda, en su centro. Con la explosión, las capas de gas salieron al exterior, hasta perderse, dibujando esa imagen peculiar con forma de donut o de anillo.
CONSTELACIÓN DE VULPÉCULA (ZORRILLA)
Es de pequeño tamaño y sin estrellas brillantes conocidas, por lo que es difícil de localizar. Fue definida en 1690 por Hevelius.
La estrella más brillante es Anser (Alpha vulpeculae), de magnitud 4,4 cuyo nombre hace referencia al ganso que antiguamente aparecía en la constelación apresado en las fauces de la pequeña zorra (Vulpecula cum anser).
El objeto más famoso de Cielo profundo y por el que es mundialmente conocida es M27, la Nebulosa Dumbbell o de la Mancuerna, una nebulosa planetaria grande y brillante con una edad estimada de 9.800 años.
CONSTELACIÓN DE SAGITTA
Esta constelación, conocida desde la antigüedad, es pequeña y tenue. Sus 4 estrellas más brillantes forman un asterismo con forma de flecha relativamente visible en cielos oscuros. Algunas de estas estrellas, de 3ª y 4ª magnitud, son dobles y variables.
El objeto más destacado de cielo profundo es M71, un cúmulo globular conocido como “Cúmulo Angelote”.
CONSTELACIÓN DEL ÁGUILA
Se halla en el ecuador celeste, grande, brillante y relativamente fácil de ver y con estrellas de primera y segunda magnitud, siendo la más destacada Altair (Alpha aquilae), uno de los vértices del asterismo del Triángulo de Verano. Esta estrella es una de las más cercanas a la Tierra, a una distancia de 17 años luz.
La constelación del Águila, pese a encontrarse en un lugar privilegiado, no contiene objetos que destaquen especialmente, salvo algunas nebulosas planetarias y algunos cúmulos abiertos y globulares. Es el caso de NGC 6709, un cúmulo abierto conocido como «Cúmulo Unicornio Volador».
CONSTELACIÓN DEL CISNE
Esta mítica y antigua constelación, también llamada, por su forma, la Cruz del Norte, rinde homenaje al disfraz de un dios.
En su mitad, se encuentra atravesada por la Vía Láctea, que, a su paso por esta constelación, se divide en dos por una zona oscura de polvo y gas que recibe el nombre de “La grieta del Cisne”.
Deneb, su estrella alfa, de nombre árabe, brilla en la cola. El soberbio animal cuelga del cielo con las alas abiertas, y el pico orientado hacia el sur, donde fulgura Albireo, (β Cygni) una de las estrellas dobles más famosas del cielo nocturno, donde danzan en un eterno baile una gigante luminosa naranja y una estrella blanco-azulada de la secuencia principal, con sus vibrantes colores amarillos, verdes y azules.
Sadr, (γ Cygni) y la compleja región de nebulosidades de emisión que lleva su nombre, se encuentra en el centro del cuerpo, en el cruce donde se cortan las líneas imaginarias que unen Albireo y Deneb, y las líneas que van de punta a punta de las alas.
Cercanas a Deneb están NGC 7000 e IC 5070, la Nebulosa Norteamérica y la Nebulosa del Pelícano respectivamente, así llamadas por su forma. Son nebulosas de emisión con un diámetro aparente de más de 5 lunas llenas.
SH 2-103, la Nebulosa del Velo, un remanente de supernova de 5.000 años de antigüedad, cubre aproximadamente 3 grados del cielo (el tamaño equivalente a 6 lunas llenas).
C27, la Nebulosa Creciente o de la Media Luna, fue formada por una estrella de Wolf-Rayet. Estas son estrellas masivas evolucionadas que han perdido por completo su hidrógeno exterior y están fusionando helio o elementos más pesados en el núcleo. Las temperaturas superficiales de las estrellas Wolf-Rayet conocidas pueden alcanzar los 210.000 º K, más calientes que casi todos los demás tipos de estrellas, siendo por ello altamente energéticas.
C19, la Nebulosa de la Cascara, es una pequeña nebulosa de emisión/reflexión objetivo de muchos astrofotógrafos aficionados.
Y en el cuello del cisne aparece un sistema binario de estrella supergigante azul y agujero negro, Cygnus X-1, que la orbita. Es un agujero negro a una distancia de 6000 años luz de nosotros.
En esta región se encuentra una Galaxia, Cygnus A, que emite radiación. Evidentemente, la galaxia se encuentra fuera, muy lejos de nuestra propia galaxia, pero su potente radiación activa, nos llega desde la región de la constelación del cisne.