El personaje del mes

John Herschel

Slough, 1792 (Inglaterra) / Kent, 1871 (Inglaterra)

Por Lourdes Cardenal

EPISTOLARIO

 

1ª CARTA DE JOHN A CAROLINE HERSCHEL

CIUDAD DEL CABO, 20 DE ENERO DE 1834.

 

Queridísima tía Lina,

 

La llegada por mar a Ciudad del Cabo es espectacular. Al llegar, te encuentras en el punto en que las aguas del Océano Atlántico y el Índico se mezclan como en un baile primitivo. Y pese a ser aguas salvajes, lamen las orillas de la bahía de Simons con tranquilidad.

He venido a completar la obra de padre como ya sabes, pero me habría gustado, y a él también, que estuvieras aquí. 

 

Desde que era pequeño has sido una de las figuras más importantes de mi vida. Me has ayudado en todo, explicado todo, me has hecho fácil lo difícil. Hubiera estado bien que compartieras conmigo esta belleza natural. 

Margaret y los niños se han venido conmigo y ya hemos adquirido la granja a las afueras de la ciudad, donde viviremos y donde voy a volver a instalar el telescopio de padre que me he traído y por el que tantas veces él y tú habéis escudriñado el cielo y contemplado todas sus maravillas. 

 

Mi intención al venir aquí es puramente científica, no responde a ninguna directriz política o social y por eso, y porque podía, he pagado nuestros pasajes de forma privada y no he querido aceptar nada de la corona para así no tener que rendirles cuentas. Precisamente tú me has enseñado a ser independiente y me vas a hacer mucha falta. Te seguiré escribiendo. Querría que vieras con tus ojos este hermosísimo atardecer. 

 

Estoy probando una serie de compuestos químicos que, aplicados correctamente, podrían fijar una imagen en un cristal o en otra placa de forma que, cuando tú lo mires, veas a través de mis ojos la misma imagen que yo contemplo en este instante. 

Se me ha ocurrido llamarle fotografía, que tú ya sabes que, etimológicamente significa “escribir con luz”. 

Cuídate mucho y no trabajes demasiado. 

 

Te quiere siempre y cada vez más, tu sobrino John.

Sitio del reflector de 20 pies en Feldhausen, Cabo de Buena Esperanza Sept 1834. Dibujo de John Herschel  Fuente: © RMG, Colección Herschel

2ª CARTA DE JOHN A CAROLINE HERSCHEL

CIUDAD DEL CABO, 30 DE OCTUBRE DE 1835.

 

Queridísima tía Lina,

 

Hoy tenías que haber estado a mi lado. 

He podido ver el cometa Halley.

 

Desde una latitud increíble tan al sur, con un cielo tan limpio libre de nubes y de humedad muy diferente a como se ve en Inglaterra. He podido seguirle durante varios meses y de hecho, he recogido imágenes espectaculares con mi cámara lúcida. Espero que a mi vuelta puedas verlas tú, que me enseñaste siempre a interpretar los cielos. Mi querida maestra, que cazabas los cometas con solo verlos una vez. 

 

Habrías disfrutado mucho aquí, a mi lado, en esta región tan austral, donde el cometa se confunde con dos formaciones nebulares a las que Lacaille bautizó como nubes de Magallanes y que en el fondo no sé lo que son. Sólo sé que son magníficas y que brillan en el cielo como otras pequeñas Vías Lácteas. 

Y que al paso del cometa aparecen romperse en jirones de luz. 

 

Cuídate mucho. Te quiere más cada vez, tu sobrino John.

Dibujo del cometa Halley por John Herschel, 1835.  Fuente :© Wikipedia

3ª CARTA DE JOHN A CAROLINE HERSCHEL

CIUDAD DEL CABO, 1 DE JUNIO DE 1836.

 

Mi querida tía Caroline,

 

Ayer, el buque de su majestad, de nombre Beagle, con el capitán Fitz Roy y el joven naturalista Charles Darwin a bordo, atracó en la Bahía de Simons, en el Cabo de Buena Esperanza, y hoy, han llegado por fin aquí, a la colonia inglesa de Ciudad del Cabo.

No es un buen momento para viajar a Sudáfrica. La tensión política y social es elevada, debido a la liberación de los esclavos, y desde septiembre, miles de boers han comenzado la Gran Migración hacia el interior del país.

 

Pero heme aquí, un profesor de matemáticas y astrónomo, a mis 44 años discutiendo sobre la evolución con este joven de 27, que, como Ulises, regresa a su patria después de un viaje de 5 años, durante los que ha estudiado cada especie animal, cada planta, cada célula dotada de vida, para intentar entender el misterio del que provenimos. El origen de nosotros mismos y de cuanto nos rodea.

Parece un joven inquieto, laborioso. Sus ideas bullen y le interesan más los volcanes y los fósiles que las estrellas. Le muestro mi telescopio, le abro las puertas de mi casa, le presento a mi familia. 

 

Queda claro que la astronomía como ciencia, es el principio del camino para el desarrollo del método científico. El joven Charles escucha y calla. Cuando contempla absorto el espectáculo de las Nubes de Magallanes, me recuerda a mí mismo, observando tu trabajo y el de padre. Aprendiendo de ti, para encontrar todo lo que la naturaleza desea regalarnos.

Ojalá su legado no caiga en el olvido.

No pases frío, abrígate.

 

Te quiere cada vez más, tu sobrino John.

El HMS Beagle, en una litografía de la época.  Fuente: © Wikimedia Commons       

4ª CARTA DE JOHN A CAROLINE HERSCHEL

CIUDAD DEL CABO, 16 DE DICIEMBRE DE 1837 – 2 DE ENERO DE 1838

 

Mi querida tía Lina,

 

El año se ha acabado. El año nuevo empezó ayer, y lo que estoy viendo estos meses te hubiera sobrecogido. Pero lo que he visto esta pasada noche, me ha obligado a escribirte cuando todavía es de madrugada. 

Recuerda que en una carta anterior te hablé de la estrella de Carina, la que se sitúa en la posición η (eta). Esa estrella está rodeada por una nebulosidad y está brillando en el cielo cada vez con más intensidad. Pero es que hoy, esta noche, fue incomparable. Su fulgor ha eclipsado al de Rigel.

Ha crecido su luz hasta llenar el cielo, nunca había visto nada igual este mes de diciembre, pleno verano aquí. 

Allí seguramente estarás pasando frio, aunque siempre me sorprendió tu aguante para la temperatura, tu determinación que hacía que tu pequeño cuerpo lo soportara todo. 

Pero aquí siempre es un clima agradable, especialmente en diciembre y enero de este verano austral. Así que salir fuera por la noche para mirar la luminaria creciente es todo un regalo. 

Y aunque no estás aquí sino al otro lado del mundo te siento muy cercana. Sabes que ha sido como otra madre para mí, que no solo has llenado vacíos, sino que has criado un hijo. Que todos mis logros son gracias a ti y a padre y que toda tu paciencia conmigo ha dado su fruto convirtiéndome en lo que soy. 

Y eso no voy a olvidarlo nunca. 

 

Queridísima tía Lina, compartir contigo lo que he visto esta noche de diciembre me hace feliz. Lo que siento es que por culpa de la latitud tú no puedas verlo igual que yo. Tendrías que coger otro barco en Plymouth, y casi llegar al Ecuador para poder verlo. 

Pero no importa, yo lo describiré. Lo haré tan bien que será como si hubieras estado viéndolo conmigo. 

Eta Carinæ y los restos de erupciones antiguas que forman la nebulosa

del Homúnculo, imagen del telescopio espacial Hubble.  Fuente: © Wikipedia

Y siempre, como decía padre, tengo presente que todos estos fenómenos maravillosos que vemos han ocurrido en el pasado. Que todos han terminado ya y que hasta nosotros solo llega la impresionante luz que viaja a través del tiempo. Como ahora tú y yo, separados tantos miles de millas, pero juntos en la pasión por las estrellas.

 

Querida tía, te echo de menos. Al menos mi padre ya estará viéndolo, y yo, en cuanto vuelva, quiero que revises conmigo todo mi trabajo, porque pienso publicarlo y pienso agradecertelo a ti y que todo el mundo sepa que tu aportación ha sido más grande, más hermosa y más especial que la de muchos otros astrónomos que presumen de ello.

Cuídate mucho.

 

Cada vez te quiere más, tu sobrino John.

BIOGRAFÍA

 

En una época destinada a los grandes exploradores y a sus grandes descubrimientos, John Herschel fue el gran explorador de las estrellas.

Nacido en 1792 en Slough, Inglaterra, John Frederick William Herschel fue hijo del también astrónomo William Herschel, y sobrino de Caroline Herschel.

 

Para una persona cuya familia tiene un bagaje científico tan alto y un prestigio tan reconocido en la sociedad inglesa, tenía que ser un auténtico problema acudir al colegio. El pequeño John no tuvo que pasarlo demasiado bien, pero como todo en este mundo las etapas pasan y uno crece.  Así que estudió en Cambridge y se graduó con la máxima nota en 1823. Durante ese tiempo trabó amistad con Charles Babbage y George Peacock, dos científicos casi de su talla que conseguirían a su vez, logros históricos.

 

Trabajaba en la Universidad y las matemáticas eran su pasión. Con sus dos amigos había fundado una Sociedad Analitica y presentaba soluciones novedosas a problemas de cálculo de Newton y Leibniz.

Su padre era ya mayor, y después de haber pasado un verano con él, decidió empezar a trabajar como su ayudante, ya que William apenas podía ocuparse del telescopio en las largas noches, aunque se resistía a abandonar su labor de catalogar estrellas y nebulosas después de haberle dedicado 40 años de su vida.

Con pena en su corazón, John se despidió de Cambridge y comenzó su colaboración. La historia demostró que sería un acierto. Aumentaría el trabajo de su padre y lo complementaría sobradamente.

 

Entre 1821 y 1823 volvió a examinar, junto con James South, las estrellas binarias que catalogó su padre William Herschel, que acababa de fallecer en 1822. Por este motivo, recibió la Medalla de oro de la Real Sociedad Astronómica en 1826 y la medalla Landale del Instituto de Francia en 1825.

El Observatorio de Cambridge, litografía de 1825.  Fuente: © RMG, Colección Herschel 

Pero sabía que le faltaba algo. Sentía que tenía mucho trabajo pendiente y para ello, y tras años de dudas y preparación, en 1833 viajó a Sudáfrica con su mujer Margaret para catalogar estrellas, nebulosas y otros cuerpos celestes visibles desde el hemisferio sur. Su intención era completar la clasificación que había empezado su padre en los cielos del norte. Y se trasladó a uno de los lugares más australes del planeta, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, donde confluyen dos océanos, el Indico y el Atlántico.  

 

Aquel viaje en el verano austral tuvo que ser una liberación. Se embarcó en noviembre del 1833 y arribó a la costa de Ciudad del Cabo el 15 de enero de 1834.

Durante cuatro años y tal y como él describió posteriormente, disfrutó de los mejores años de su vida. No tenía las ataduras de la corte inglesa ni la necesidad social de demostrar su utilidad y por eso tuvo libertad para estudiar, para dibujar, para conocer y para pensar más allá de todo. 

En ese tiempo realizó dibujos de botánica junto a su mujer Margaret, se encargó de la granja en un terreno que adquirió y donde instaló el gran telescopio que se había traído de Inglaterra.

 

Durante ese tiempo realizó la catalogación de 68.948 estrellas, revisó las estrellas dobles y editó otro catálogo, el Catálogo General de Nebulosas y Cúmulos de Estrellas (GC) que combinaba nebulosas y grupos de estrellas. 

 

Entre las observaciones que realizó durante su viaje, pudo observar el regreso del cometa Halley, en 1835, dejando grabados e imágenes muy importantes para su estudio y seguimiento. Comenzó su búsqueda el 29 de enero de 1835, pero no fue hasta el 28 de octubre que «obtuvo una visión de este miembro de nuestro sistema esperado y ansiosamente buscado». El cielo en su observatorio sudafricano de Feldhausen, se veía afectado a menudo por las nubes que se formaban al chocar con la “Montaña de Mesa” (Table Mountain).

Disa cornuta (L.) Dibujo de Margaret & John Herschel, 1835.  Fuente: © Wikipedia

En mayo de 1836, el buque HSM Beagle tocó tierra en Ciudad del Cabo y Charles Darwin y el capitán del barco Fitz Roy, hicieron una visita al astrónomo. Herschel entendía la naturaleza como gobernada por leyes difíciles de comprender, y el logro de la filosofía natural consistía en entender dichas leyes extraídas a partir del razonamiento inductivo, para encontrar una explicación unificadora. Esta concepción inspiró a Charles Darwin, quien le hizo llegar uno de los primeros ejemplares de su gran obra “El origen de las especies” y que siempre lo reconoció como uno de sus maestros.

 

Y también pudo observar, a finales del mes de diciembre de 1837, el inicio de la Gran Explosión de Eta Carinae. Herschel entonces no adivinaba que en una región remota de la constelación del Navío Argos, esa estrella, Eta Carinae, se comportaba de modo diferente, alcanzando picos de brillo elevadísimos que la convertían en una de las más notables del cielo, y que, a partir de 1837, empezaría su carrera imparable hasta su máximo histórico en abril de 1843, que la transformaría en la segunda estrella más brillante del cielo nocturno, apenas superada por Sirio. 

 

Solo que Eta Carinae estaba mil veces más lejos que Sirio.

La explosión de la estrella austral había sembrado la perplejidad entre la comunidad de astrónomos.

«¿Qué origen podemos atribuirles a estos sorpresivos abrillantamientos y recaídas?», se preguntaba Herschel, entre aturdido y fascinado. Nunca lo supo. Sin embargo, él había sido uno de los privilegiados testigos de la «Gran Erupción» de la estrella monstruo.

Cuando volvió a Inglaterra en 1838 fue recibido con entusiasmo. Pero la cantidad de sus trabajos y observaciones astronómicas realizadas durante su viaje era tal, que no pudo publicarlas hasta nueve años más tarde, en 1847, sólo un año antes de la muerte de su adorada tía Caroline. 

 

Lo hizo con el título Resultados de observaciones astronómicas hechas en el Cabo de Buena Esperanza. Y en esta publicación propuso los nombres de Mimas, Encélado, Tetis, Dione, Rea, Titán y Jápeto que actualmente se utilizan, para los siete satélites de Saturno que se conocían en aquella época. Años más tarde también puso nombre a los cuatro satélites de Urano conocidos (Ariel, Umbriel, Oberón y Titania). Gracias a este trabajo, recibió la segunda Medalla Copley de la Royal Society.

Dibujo de John herschel de la Nebulosa de Orión a partir de las observaciones

astronómicas realizadas entre 1834–1838 en el Cabo de Buena Esperanza.

  Fuente: © Wikipedia

Herschel hizo también numerosas contribuciones a la fotografía. Hizo mejoras en el proceso fotográfico, en concreto inventó el proceso de la cianotipia. Definió los términos «fotografía», «negativo» y «positivo», y descubrió el uso del tiosulfato de sodio como fijador de las sales de plata.

 

Incluso, ya en sus últimos años, tradujo en hexámetros el texto original de La Iliada.

Al final de su vida, John Herschel, como si de un sabio griego se tratara, había recibido más honores y reconocimientos que nadie en su época, y era considerado un genio. Había sido nombrado barón. Había vivido una vida larga, próspera y feliz. 

 

Pero siempre había vuelto a soñar con aquellas tardes y noches en el jardín de su casa de Slough, cuando, siendo muy niño, su tía le dejaba jugar con los productos químicos y le explicaba cuestiones matemáticas, y su padre, en ocasiones, le dejaba entrever las estrellas, explicándole que su luz era un fantasma del pasado que llegaba de muy lejos en el universo, y que probablemente, la fuente que la emitía ya habría dejado de existir.

 

En 1871, con 79 años, falleció. Para honrar su memoria, se celebró un funeral nacional y fue enterrado en la abadía de Westminster, junto a su padre, William, y al lado de Charles Darwin, que nunca dejó de admirarle. 

 

Cerca también, la tumba de Isaac Newton proyectaba su luz sobre todos ellos.

John Herschel, fotografía de 1867.  Fuente: © Wikipedia

…para Maria Pilar, que ya es una estrella

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