El personaje del mes
Henrietta Swan Leavitt
Lancaster, 1868 (Estados Unidos) / Cambridge, 1921 (Estados Unidos)
Por Lourdes Cardenal
Justo hoy, 12 de diciembre, hace 99 años, se apagó una de las mentes más brillantes de la ciencia moderna.
Henrietta Swan Leavitt fallecía de cáncer de ovario a los 53 años, el 12 de diciembre de 1921, en Cambridge, Estados Unidos. Había testado en favor de su madre, sus libros, su atril y la librería en la que estaban, su mesa y su silla, la cama con dos colchones, y una alfombra, que, en su totalidad, no llegaban a los 50 dólares. A eso, se sumaban unos bonos de unos 300 dólares, que constituían la totalidad de su fortuna.
Salvo su madre, ya mayor, no tenía más familia, había vivido sola y trabajado sola en medio de un numeroso grupo formado por otras mujeres que realizaban su tarea de modo exhaustivo y silencioso, una tarea mecánica que consistía en examinar meticulosamente placas fotográficas y hacer cálculos con los resultados obtenidos de las observaciones.
La vida de Henrietta podía haber sido la de cualquier mujer soltera de finales del siglo XIX, que trabajaba para ganarse la vida, a tiempo completo 6 días a la semana, 7 horas al día, por 25 centavos la hora, y que disponía de poco tiempo libre para ella misma, para leer o pasear o ir al teatro, que nunca tenía vacaciones, pero sí muchas responsabilidades familiares.
Y, sin embargo, la idea de trabajar en el Observatorio del Harvard College fue suya. Se presentó voluntaria unos años después de graduarse en el Radcliffe College, una universidad para mujeres asociada a Harvard.
Henrietta, en el Harvard College. Fuente :© Harvard-Smithsonian Center for Astrophysics
Charles Pickering, a quien la historia ha culpado de apropiarse descubrimientos ajenos, de alguna manera ayudó a Henrietta y a muchas otras compañeras a acercarse al mundo de la astronomía, inexpugnable hasta entonces para las mujeres, y les permitió iluminar con su inteligencia muchos campos hasta entonces, oscuros.
A partir de ese momento, Henrietta comenzó a trabajar como ayudante en el Observatorio, con la misión de escudriñar lo que parecía extenderse más allá de la galaxia, sin acercarse a un telescopio. Debía bastarle con estudiar cada una de las estrellas de las Nubes de Magallanes, sólo visibles desde el hemisferio sur, reflejadas en las fotografías, tomadas en el Observatorio de Arequipa en Perú, darles una magnitud de brillo y compararlas con otras fotos de la misma zona del espacio, a lo largo del tiempo, en una interminable sucesión de imágenes, días y latitudes.
La Gran Nube de Magallanes, fotografiada en Arequipa (Perú) en 1900, con anotaciones de Henrietta Leavitt (derecha). Fuente :© Harvard College Observatory
En 1912, Henrietta publicó un primer trabajo original de dos páginas, “Periodos de 25 estrellas variables en la pequeña Nube de Magallanes”, en el que explicaba que las estrellas oscilaban con un ritmo regular y tenían una mayor luminosidad intrínseca cuanto más largo era su periodo. Estaba, desde luego, firmado por Pickering, pero empezaba con una nota que decía “este trabajo ha sido preparado por la Señorita Leavitt”.
Publicación original de Henrietta Leavitt. Fuente :© Harvard College Observatory
Las primeras estrellas variables, ya habían sido estudiadas tiempo atrás, (John Goodricke, 1784) y en concreto, las de este tipo, llamadas cefeidas, por encontrarse en la constelación de Cefeo, que les da nombre. Son estrellas que sufren cambios de tamaño y temperatura debido a inestabilidades que producen alteraciones periódicas de su brillo. Son gigantes luminosas o supergigantes que se sitúan en la franja de inestabilidad del diagrama H-R y tienen una relación directa muy característica entre la luminosidad y el periodo de pulsación. Henrietta descubrió este hecho después de estudiar las fotos de miles de estrellas y sus variaciones en la Gran Nube de Magallanes; descubrió que las cefeidas aparentemente más brillantes de la Pequeña Nube de Magallanes tenían un periodo de pulsación más lento y las menos luminosas pulsaban más rápido, con un periodo más corto. Y representó gráficamente en su trabajo la relación que se deducía que existía entre el periodo y el brillo. Esta relación entre luminosidad y periodo pulsante se conoce como “Ley de Leavitt”.
Sobre eso, pudo calcular su distancia, porque hasta ese momento, no se podía medir una distancia en el espacio al ser imposible saber si el brillo de una estrella se debía a su luminosidad intrínseca o al hecho de hallarse cerca.
A raíz de este hallazgo, se pudo establecer una escala de distancias y empezar a medir el universo por primera vez. Y así, cuando creíamos que nuestra galaxia era la única, Henrietta encontró una forma de medir el universo, y demostrar, que había muchas otras galaxias expandiéndose por él.
Y lo que nadie en aquel momento podía suponer es que aquel trabajo iba a abrir una puerta a las estrellas.
En el año 1925, un matemático de la Academia Sueca le escribió una carta en la que le informaba de su intención de proponerla para el Premio Nobel por sus trabajos sobre las estrellas variables y los cálculos de las distancias estelares.
Nadie le contestó. Habían transcurrido cuatro años desde su muerte.
Para Fede, nuestro amigo