Curiosidades

El Mecanismo de Anticitera

Fragmento principal de la máquina de Anticitera, siglo II a.C.

Por Lourdes Cardenal

CUADERNO DE BITÁCORA
(datado probablemente entre los siglos I o II a.C.)


DIA 1 – LA PARTIDA
El puerto de Rodas es de color azul al amanecer, instantes antes de que el sol se eleve por encima del mar.
Junto a la bocana, los restos caídos de la estatua del dios Helios nos observan al pasar. Hace ya años que este coloso elevaba sus más de treinta metros hacia el cielo, consiguiendo que los barcos que pasaban cerca parecieran miniaturas. Todo bronce y fulgor, construido para conmemorar una victoria, duró poco más de medio siglo, pero su impresionante majestad venida a menos, nunca se olvidaría.
Según vamos dejando atrás la protección del puerto, el color de las aguas se va haciendo mucho más oscuro. El cielo es claro, brillante, casi blanco. El Egeo, tranquilo, nos desea un buen viaje.


(El Coloso de Rodas era una gran estatua del dios sol griego Helios, realizada por el escultor Cares de Lindos en la isla de Rodas (Grecia) en 280 a. C. Esta estatua de bronce de 32 metros de altura, representaba al dios Helios, protector de la isla de Rodas, y conmemoraba la victoria contra un asedio enemigo. Aunque a menudo se la imagina con las piernas abiertas sobre el puerto, lo más probable es que estuviera de pie junto a él. Se derrumbó tras un terremoto en el 226 a. C., menos de 60 años después de su construcción. Se la consideraba una de las Siete maravillas del mundo antiguo.)

DIA 2 – EL MAR
Dos días de navegación, días de calma.
Frente a nosotros, se extiende el Mar entre las Tierras, el “Mesogeios Thalassa” que rodean tres continentes. Un mar hermoso que tiende puentes entre civilizaciones, pero también muros de agua entre hombres que se odian. Un elemento místico y eterno del que han nacido la mayoría de los dioses del panteón helénico.

 

Mar, mar azul, mar de color oscuro, gaviotas, olas incesantes coronadas de espuma, como un homenaje a la diosa Afrodita.

 
Representación del Coloso de Rodas, en una litografía de 1880 
Fuente @ National Geographic

DIA 3 – EL DESTINO
Desde la isla de Rodas volvemos con un precioso cargamento de vino y aceite. También, portamos objetos valiosos: cráteras delicadas, ánforas llenas de mirra y algunos mecanismos metálicos para buscar las estrellas, la mayoría adquiridos en mercados locales y preparados para realizar este viaje. En particular, uno de ellos llama mi atención. Tengo en mis manos el objeto más extraño que yo haya visto nunca.
Soy hijo y nieto de marinos, he viajado por todos los lugares conocidos. Mis periplos son famosos, en ellos siempre cuento cosas extraordinarias, pero nunca he visto nada como esto.

 

Tiene el aspecto de un pequeño timón, montado en una caja de madera y es indudablemente bello y misterioso.
Lo toco con mis manos y me transmite una sensación nueva. Me veo capaz de predecir el tiempo. Creo que los engranajes ocultos en la caja llevan la cuenta de mis días y mis noches, y conocen a ciencia cierta el devenir del mundo y mi propio destino. Pero yo no deseo conocerlo.
No quisiera saber lo que los dioses han dispuesto para mí, ni cuándo. Lo que el futuro me deparará, lo que Átropos corte con sus tijeras de plata.

Partes frontal y posterior de un modelo que recrea el Mecanismo de Anticitera. Fuente: @ Antikythera Mechanism Research Project

DIA 4 – LA TEMPESTAD
Llevamos varios días en el mar, sin poder aproximarnos a la costa.
La tormenta nos impide navegar con normalidad. Las olas balancean nuestra nave sin piedad, no nos conceden un mínimo descanso. Hemos hecho este mismo viaje muchas veces. Y en ninguna los dioses nos habían sido tan desfavorables.

 

DIA 5 – LA MALA SUERTE
Mis compañeros piensan que transportamos un cargamento maldito que debería acabar en el Hades. Creen que algo terrible nos acompaña. Algo que no sabemos con certeza que es, pero que ha destrozado con su fuerza el timón de la nave, quebrado casi todos los remos y partido los cabos que sujetan las velas al palo mayor.
Vamos a la deriva.

En medio de este cielo ceniciento y cerrado es imposible orientarse por las estrellas. Su luz no nos sirve de guía salvo en los fugaces momentos en que los jirones de nubes se abren para dejarnos verlas. Y aunque no es suficiente, nos alienta a pensar que a lo mejor no estamos tan perdidos como creemos.
Seguramente estemos en algún lugar entre el norte de Creta, muy al oeste de Heraclio. Cerca de las costas de la pequeña Anticitera.

 

DIA 6 – EL NAUFRAGIO
Al amanecer del sexto día, asoma tímidamente por el este la luz del sol. Su tenue brillo nos reconforta el alma. Nos miramos agradecidos.
Yo sigo escribiendo mi periplo en el pergamino. Debo hallar el medio de protegerlo del agua para volverlo a usar la próxima vez que naveguemos, y tal vez, también le sea de utilidad a otros navegantes que se enfrenten a un viaje como el nuestro.

Mientras escribo, el viento arrecia. La tempestad ha vuelto a ensombrecer el cielo. Los truenos nos asustan, Hades reclama su tributo.
Viramos sin remedio mar adentro. Las olas negras juegan con el casco del barco y lo empujan haciéndolo avanzar hacia altamar. En el fondo, las nubes pasan rápidas, hinchadas de viento y lluvia, castigando las velas con sus ráfagas.


Sin remedio, vamos a naufragar….

   Localización de las islas de Rodas y Anticitera, en el mar Egeo al norte de Creta

(En el verano de 1901, unos buceadores del Egeo recuperaron una serie de objetos que yacían en el fondo del mar, cerca de las costas de la isla de Anticitera. Junto al misterioso mecanismo que lleva el nombre de la isla, pudo aparecer una botella de vidrio lacrada que contenía en su interior un manuscrito sobre papiro, cuya autoría nunca habría podido confirmarse, y del que se podría haber recuperado el anterior fragmento.
Además, recientemente, entre los últimos descubrimientos arqueológicos, se han hallado restos humanos asociados al naufragio, lo que da pie a la historia inicial.
Aún se busca un posible cuaderno de bitácora, periplo o derrotero que describiría el viaje con todos sus eventos.
Cabe, como no, la posibilidad de que el soporte con las anotaciones se hubiera escrito en griego antiguo o en cualquier otro idioma arcaico, sobre un pergamino que se hubiera introducido en una botella de vidrio gruesa y se hubiera lacrado para evitar su deterioro. Es sabido que todas esas técnicas, tanto de escritura, como de obtención de pergaminos, así como de sellado o lacrado, se practicaban ya en la antigua Mesopotamia. Los griegos hacían anotaciones e incluso hacían palimpsestos borrando escritos anteriores para sobrescribir encima, aprovechando los pergaminos, que suponían un material escaso y muy preciado.)

EL MECANISMO

 

El mecanismo de Anticitera podría considerarse la computadora, analógica eso sí, más antigua conocida del mundo. En el transcurso de su largo periplo, el barco que transportaba el Mecanismo, naufragó y durante veinte siglos permaneció escondido a la vista de todos en el fondo del mar.

Seguramente era un barco de origen griego que habría salido del puerto de Rodas para hacer el largo viaje que lo conduciría hasta Roma, o quizás, Alejandría. Pudo ser un regalo de algún rodio rico para ganarse el favor de algún cónsul o también pudo ser un botín de guerra que igualmente se llevaba a alguna ciudad importante a orillas del Mediterráneo.

Era la época del máximo esplendor del Imperio romano y de la decadencia del griego, conquistado un siglo atrás. Era la época en la que Rodas se había acogido a la protección romana adoptado muchas de sus costumbres, creciendo enormemente en cultura, tecnología e infraestructuras a la sombra del águila imperial. Si bien el dominio de las aguas del Mediterráneo había sido de los intrépidos navegantes griegos y aún antes que ellos de los fenicios, ahora era el momento de Roma, República e Imperio.

 
El sitio del naufragio donde se encontró el mecanismo de Anticitera en 1901 
Fuente @ Wikimedia Commons

Como instrumento, el Mecanismo de Anticitera, posiblemente tuviera un uso astronómico y después de muchos estudios, las conclusiones fueron que su origen era griego, ya que hacía mención a las fases lunares y del sol y al zodiaco relacionado con los mitos griegos, aunque también había un paralelismo con los meses del calendario egipcio.
Parece ser que este ingenio habría sido obra del mismísimo Arquímedes en su escuela de Siracusa o de Hiparco de Nicea que vivió durante mucho tiempo en Rodas. O de algún aventajado alumno de sus escuelas.

 

Lo cierto es que el mecanismo llamaba la atención por lo preciso de su construcción, y aunque apenas se pudieron analizar en rigor unos 16 fragmentos, había muchísimos más esparcidos, recogidos del fondo del mar, primero por los buscadores de esponjas y más tardíamente por el propio Jacques Cousteau.

Desde el momento de su hallazgo, hubo estudiosos del tema, al principio pensando que era un mecanismo de relojería, aunque hasta el siglo XVII no se volvería a ver nada parecido.

 

Con el tiempo, el artefacto fue rigurosamente investigado y estudiado con cada una de las técnicas más avanzadas según las épocas. Se sometió a estudios de rayos x que permitieron observar piezas que se encontraban en su interior y que darían origen a múltiples teorías sobre su construcción y uso.

 
Los 82 fragmentos encontrados del mecanismo de Anticitera
Fuente @ Museo Arqueológico Nacional de Atenas

Los estudios más recientes, a falta de fragmentos reales, se han basado en los pocos fragmentos existentes y se han tomado decisiones sobre cómo deberían estar colocados y que funcionamiento deberían tener.
Incluso técnicas tan novedosas como la detección de ondas gravitacionales, han servido para estudiar mejor sus engranajes y la perfecta conjunción de las ruedas dentadas.
Con los análisis se han generado variaciones que intentan rellenar los engranajes y posiciones perdidos. Se ha recurrido al análisis bayesiano para cuantificar la incertidumbre a partir de datos incompletos, y, así, calcular el probable número de agujeros del mecanismo a partir de las posiciones de los orificios que aún perduran, en un intento de recomponer aquellos fragmentos desaparecidos o muy deteriorados.

 

LA INVESTIGACIÓN

 

Parece que, de una forma poética, el mecanismo de Anticitera está ligado a las tormentas.
Una tormenta provocó el naufragio del barco que lo llevaba en el siglo I (o II) antes de Cristo. Veinte siglos después, en los albores del siglo XX, otra tormenta obligó a unos buceadores que recolectaban esponjas marinas, a dirigirse a la pequeña isla de Anticitera, donde casualmente encontraron los restos del naufragio que se había producido 2000 años atrás.
A casi 50 metros de profundidad yacían diseminadas estatuas de bronce, fragmentos de cerámica, armas, espadas e instrumentos y un curioso mecanismo del que lo ignoraban todo.

 

El conjunto fue trasladado al Museo Arqueológico nacional de Atenas. Brevemente atrajo la mirada y la ciencia del entonces director del museo y arqueólogo Valerios Stais, en 1902, quien fue el primero en estudiarlo. Pero pronto, la complejidad del mecanismo hallado, junto a su deplorable estado, consiguieron sumirlo en el olvido, y durante medio siglo, permaneció oculto y callado, bajo la pátina del tiempo, a la vista de todos y sin despertar el menor interés en nadie.

No fue hasta 1951 que el británico Derek de Solla Price fijó su atención en el curioso mecanismo. Price, un profesor de matemáticas, doctorado también en historia, científico de vocación y amante de la astronomía antigua, invirtió muchos años de su vida en analizar el mecanismo, convencido de haber logrado descifrar el misterio. Su extenso estudio le llevó a recrear una máquina que funcionaba como una pequeña computadora analógica. En 1971, Price y un físico nuclear llamado Charalampos Karakalos, analizaron los 82 fragmentos con rayos X y en 1974, Price publicó un ensayo de 70 páginas sobre los resultados, donde volcó con entusiasmo todo su saber, considerando que su construcción se basaba en teorías de astronomía y matemáticas desarrolladas por eruditos griegos. Derek John de Solla Price concluyó, gracias a ajustes de los engranajes y a inscripciones en las caras del mecanismo, que el instrumento fue hecho alrededor del año 87 a. C. y perdido pocos años después.

 
Derek J. de Solla Price (1922-1983) con un modelo del mecanismo de Anticitera. 
Fuente @ Wikimedia Commons

Pero después, otro nuevo periodo de invierno se cernió sobre aquella curiosa máquina del tiempo, que no tuvo un nuevo despertar, hasta los albores del siglo XXI, con el Proyecto de Investigación del Mecanismo de Anticitera.
En este Proyecto de 2005, se realizaron estudios cuyos resultados sugerían que, al menos el concepto del mecanismo como tal, se había originado en las colonias de Corinto, ya que el dialecto de las inscripciones así lo determinaba. Siracusa era una muy próspera antigua colonia de Corinto y el hogar del gran ingeniero Arquímedes, lo que podría implicar una conexión con la escuela de Arquímedes. Por otra parte, el hecho de que el mecanismo basara el movimiento de la Luna en la teoría de Hiparco, apoyaba la idea de que él mismo pudiera haberlo diseñado o contribuido a su construcción.


En 2014, un joven estudioso de la Historia y de la Filosofía, Christian Carman, originario de Argentina, tomó el relevo y, junto a Evans, dio un nuevo giro a las investigaciones, probando que la base astronómica y el estilo trigonométrico tradicional griego atribuido por De Solla al mecanismo, en realidad, respondía más al concepto de los meses lunares y al estilo de predicción aritmética babilónico.

 

También argumentaba que el origen del mecanismo databa en realidad del año 200 a. C., basándose en las referencias de Cicerón sobre estos mecanismos. En De republica, Cicerón hacía mención a dos máquinas diseñadas y construidas por Arquímedes, que los analistas contemporáneos consideraban mecanismos de tipo planetario, predictores de los movimientos de la Luna, del Sol, de los principales planetas conocidos y de los eclipses. Estas máquinas habían pasado a ser propiedad del cónsul romano Marco Claudio Marcelo tras el sitio de Siracusa, en 212 a. C.

En 2016, los arqueólogos encontraron un esqueleto humano en el sitio del naufragio, lo cual fue una gran sorpresa debido a la dificultad de preservación de huesos en un entorno submarino durante más de 2.000 años. El esqueleto estaba enterrado bajo metro y medio de arena y piezas rotas de arcilla, lo que ayudó a su preservación. Según un examen preliminar de los huesos desarrollado en el Museo de Historia Natural de Dinamarca, el individuo que viajaba en el barco, que cargaba el mecanismo de Anticitera junto con otros objetos de lujo a través del Mediterráneo, era un hombre joven.

 

Y hasta aquí, un siglo y cuarto de investigación de un aparato de más de 20 siglos.
Y muchas cuestiones aún sin responder.

 
Excavaciones arqueológicas desarrolladas en junio de 2016 en la isla de Anticitera. 
Fuente @ Hellenic Ministry of Culture and Sports

¿Quién lo hizo realmente?
¿El gran Arquímedes, como todo apunta, en su sitiada Siracusa? ¿Hiparco, en sus años rodios? ¿Alguien posterior de alguna de estas escuelas? ¿O uno lo diseñó y otro lo mejoró?
¿Y exactamente cuál era su función?
¿Exclusivamente científica, administrativa, religiosa, personal y doméstica? ¿O servía para todas ellas a la vez?

 

La sola idea de un mecanismo tan exacto con una antigüedad de más de 2000 años espolea nuestra imaginación y la hace correr como un caballo desbocado.

 

Pensamos, no sin razón, en la perfección técnica alcanzada hace muchísimo tiempo y en que nosotros no dejamos de ser pequeñas motas medianamente inteligentes en el inexorable devenir del cosmos.


Lo único cierto del objeto es su belleza intrínseca, lo efímero de su conocimiento, que no se pudo transmitir. El lento recuerdo de los días ya pasados, el sombrío lecho del mar que acoge silencioso cuanto le regalan los héroes, los sabios, los soldados, para transformarlo en polvo oscuro y homogéneo, que nos recuerda lo pequeños que somos, y, sobre todo, lo poco que sabemos.


Para José Manuel, la luz de mi universo

Para saber más:

ANEXO. Recreación del Astrómetro

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